El latón u hojalata es uno de los envases metálicos más tradicionales y clásicos, y aunque su uso se ha reducido notablemente (además de que muchos de ellos ya no son de latón, sino de aluminio) sigue teniendo ese aire nostálgico que tanto nos gusta.
Por sus propiedades antimicrobianas, el latón era perfecto (lo sigue siendo) para envases de elementos médicos y farmacéuticos, como vendas o apósitos. También era habitual realizar de estas aleaciones envases para alimentos, seguramente que muchos recordáis los envases de galletas o de productos a base de cacao, como Phoscao.
En las estanterías de las antiguas tiendas de ultramarinos era lo más habitual ver todo tipo de productos en lo que llamábamos "latas" siendo, en este sentido, los menos los envases de cartón, y los de plástico, de aparición muy posterior. De manera que el latón guardaba y protegía a prácticamente la mayoría de productos de todo tipo.
Si bien la hojalata lleva muchos siglos entre nosotros, la mezcla industrial de planchas de acero y estaño empezó a extenderse desde Inglaterra al resto de Europa en el siglo XVIII.
A partir de mediados del siglo pasado la hojalata pasaría a ofrecer múltiples variaciones, incluyendo láminas libres de estaño, aleaciones o envases de cobre, aluminio, etc.
El desarrollo de las latas trajo consigo también el desarrollo de la industria de la conserva, la cual no habría sido posible sin una evolución de las primeras, lo que facilitó el que se pudieran mantener alimentos en unas condiciones óptimas por largas temporadas, algo que hasta hace relativamente pocos siglos la humanidad no podía disfrutar.
De manera que el envasado en latas, como ves, no solamente estéticamente es atractivo, sino que es enormemente práctico.
Una de las cosas que más me agradan de los envases de latón y aluminio es que permiten guardar en su interior cosas frágiles, puesto que son envases que no se deforman. Los grabados y dibujos en lata tienen, además, una enorme belleza plástica gracias a sus brillos metálicos y a su duro soporte, y son mucho más atractivos que los realizados en plástico, porque el metal les aporta un esplendor extra.
Cada vez hay menos productos en envase metálico en el mercado, obviamente aunque los costes se han abaratado, siguen siendo más caros de fabricar que los de plástico, pero aún así hay marcas que saben que sus clientes los aprecian, y los siguen ofreciendo. Por cierto, ya que tanto se habla últimamente del derroche y el reciclaje, conviene no olvidar que, además, los envases de metal no solamente se pueden reciclar, sino que también pueden degradarse dañando menos el entorno que los enormemente nocivos envases de plástico.
| Redacción: esRevistas.com / esRevistas.blogspot.com
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