A las diez van las señoras a hacer la compra.
A mediodía los ancianos pasean y discuten los temas de actualidad.
Sobre la una, los obreros se acercan a los bares y restaurantes a almorzar, mientras los cafés bullen con las conversaciones de la sobremesa.
Jóvenes sacan sus perros a pasear durante la tarde, mientras algunas madres o abuelas llevan niños a la zona de juegos del parque.
Oscurece y la gente se retira a sus casas a cenar. Los mendigos y sin techo deambulan cerca de los bancos, probablemente buscando el mejor refugio para pasar la noche.
Los ruidos de la ciudad poco a poco se diluyen, preparándose para otro estrepitoso amanecer. Las farolas iluminan los últimos bosquejos de oscuridad. Jóvenes parejas de novios se dan sus últimos besos bajo sus débiles fulgores de luz.
Cruzo la calle con mi bastón tembloroso, hoy dije mis oraciones en silencio, nadie me escuchó, invisible elemento urbano que ha dejado de ser inédito en el paisaje de la ciudad.
| Redacción: esRevistas.com / esRevistas.blogspot.com
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