7 mar 2019

El mundo sin relojeros


Siempre uso zapatillas, pero en una ocasión decidí cambiarme a unos náuticos. Al principio me resultaban tan incómodos, duros y molestos, que los dejé abandonados en un rincón. Muchos meses después volví a ellos, me costó algunos días adaptarme, pero tras algunos paseos molestos y unas pocas heridas en los pies, el cuero acabó adoptando la forma de mi pie hasta conseguir transformarlos en un calzado tan cómodo como un guante. Tal es así que, para mi sorpresa, los usé hasta que no pudieron dar más de sí y rompieron por todos lados.

Algo parecido ocurre con la relojería. Si observas un poco, te darás cuenta de que cada vez más gente mayor, ancianos incluso, han sustituido los relojes convencionales por las bandas o pulseras deportivas ("smartband"). Tras una primera más o menos dura o larga adaptación, no pueden desprenderse de ellas: les informan de su ritmo cardiaco, sus movimientos diarios, incluso de lo bien (o mal) que han pasado la noche. Por supuesto también tienen hora y calendario.




Cuando llegan a casa la quitan, la depositan sobre su cargador de inducción, y no necesitan ni enchufarla.

Frente a sus virtudes ya no les importa tener que encender la pantalla para ver la hora, o que sus correas de resina duren menos que la de un F-91, porque saben que es fácil retirarle "la pastilla" que forma su caja e insertarsela en otra correa. Pueden tener así muchos y variados diseños.


Lógicamente, muchos también las tienen por moda, porque se la han visto a fulanito o porque su amigo o vecino la llevan y claro, ellos no van a ser menos.

Envidia, moda o utilidad, sea como fuere son dispositivos que están triunfando, y que amenazan con retirar de un plumazo los relojes, incluso los más asequibles y vendidos de Casio, los mencionados F-91 o los mismos G-Shock, porque Casio no tiene nada parecido. Y mira que sería muy interesante tener un tipo de banda deportiva parecida con filosofía de G-Shock..., pero los nipones se han dormido todos estos años en los laureles, intentando competir con sus analógicos frente a los mecánicos de las firmas más elitistas y claro, no han conseguido ni lo uno, ni lo otro.


Funcionando con correas que no requieren pasadores, y con módulos a batería que no requieren de pilas, estos "pseudo-relojes" no necesitan un relojero, éste se ha sustituido por los técnicos en electrónica de los SAT, o por la tienda -que se reproducen como plagas- de venta de accesorios para móviles: carcasas, fundas y correas para esa clase de pulseras "inteligentes" y elementos afines.

Por supuesto, las correas de reloj seguirán existiendo, pero relojerías cada vez quedan menos, y a excepción de tiendas online, cada vez es más difícil comprar esa correa para un reloj, incluso en las ciudades. No es extraño por tanto que los relojes más vendidos sean los Casio Collection con armis, aún a pesar de que sus armis deployantes sean casi tan malos y endebles como las correas, y encima mucho más incómodos (se doblan por todos lados, y si tienes una muñeca pequeña el extremo sobrante golpea y se enreda con todo, ropas incluidas).


La mejor opción de futuro está clara: un reloj con caja de metal, y con armis. El que elija otra cosa, o lo hace con un reloj de marca de renombre cuyo propio SAT tenga los armis (y de esto hay pocas marcas, suizas la mayoría), o va a sufrir en carne propia la realidad de ver desaparecer no solo su relojería de barrio, sino cualquier tienda que no sea de lo que todo el mundo apuesta: pulseras deportivas.

El futuro está por ver, pero el presente está claro que se ha rendido, definitivamente, a las pulseras "inteligentes", deportivas, o conectadas, como quieras llamarlas. Y éstas las visten todo tipo de personas, y de cualquier edad. Y, encima, son muy competitivas en cuanto a precio.

| Redacción: esRevistas.com / esRevistas.blogspot.com

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