Uno de mis sueños -irrealizable, ya lo sé- sería poder vivir en un vagón de tren, tener allí un camastro, un escritorio, una lámpara, una silla y poco más. Y una bici en un rincón, claro. Poder ir de estación en estación, ver el trasiego de las gentes, sus idas y venidas, y los distintos paisajes, túneles, apeaderos y vías entre el incesante traqueteo del tren.
En cierta manera me parece bastante romántica la forma que tenían de viajar algunos de los más pobres en el Lejano Oeste, saltando sobre los trenes con locomotoras a vapor en movimiento y tumbándose entre el heno de uno de los vagones de mercancías. Por supuesto estamos hablando de hace mucho tiempo, mejor no intentar hacer eso hoy porque te puedes complicar la vida de mala manera.
No, yo hablo más bien de un viaje "legal", con un vagón (o la mitad de un vagón, que también me conformo) para mí solo. No quiero referirme con eso tampoco a algunas modas que desde hace años se llevan popularizando en los Estados Unidos, en donde algunos bohemios cogen un vagón de tren, lo llevan a una linda parcelita, lo restauran, y lo convierten en un chalecito. Puede sonar atractivo pero el coste de hacer todo eso suele ser más elevado que casi el de construirse una casita de piedra.
Hace un tiempo conocí a un señor que estaba jubilado del ferrocarril, en donde había estado la mayor parte de su vida limpiando vagones con agua a presión, en los talleres. No sé si lo sabéis, pero -al menos así era antes- cualquier trabajador o/y jubilado de ese sector posee viajes gratis de por vida. Esta persona, un buen día, cansado de la rutina diaria, cogió un tren y recorrió media España en la RENFE de entonces. Viajó hasta Barcelona, hacia el norte, por el centro... Cuando sentía hambre se bajaba en una estación, compraba comida y volvía a coger el siguiente tren que apareciera, a donde quiera que fuese su destino, le daba igual.
Bueno, no estuvo mucho tiempo así, pero siempre me contaba esa anécdota.
Por desgracia eso sería bastante difícil de realizar hoy día. Los trenes han desaparecido empujados por el progreso, el cierre de grandes factorías y la presión del transporte por carretera. Mientras que en países como Suiza y Alemania se le mima y cuida al tren, aquí en España es todo lo contrario. Los trayectos de corto recorrido, que antes servían de imprescindible recurso de comunicación entre los pueblos, son ahora desmantelados e incluso marginados por sus propios responsables, los que en teoría deberían tener el cometido de salvaguardarlos y potenciarlos. Cuando veo los trenes regionales que se comunican entre pueblos (los pocos que quedan) me dan auténtica lástima, mal cuidados, mal mantenidos y con sólo las dos imprescindibles máquinas (las que sirven de cabeza para la ida y el regreso), pero ningún vagón.
No soy el único que piensa así. Hablo habitualmente con usuarios del tren y todos coinciden en la lástima que da el sector. De ser puntal para la industrialización y el empleo en España (y en muchos otros países), ha pasado a ser denostado y despreciado. Prueba evidente de ello la veo en la línea regional que iba antes de mi anterior pueblo hasta la capital. Paradójicamente, ahora ese tren no llega hasta la capital (cuando siempre había llegado) y si alguien quiere cogerlo tiene que hacer un molesto transbordo a sólo cuatro kilómetros de su destino. Lamentable. Por supuesto, la mayoría de las personas han dejado de usarlo y ahora van en coche o en autobús. Lo más hilarante es que, a pesar de que todo eso se ha denunciado públicamente por activa y por pasiva, nadie ha hecho nada por solucionarlo, ni siquiera los propios responsables, encargados de hacer eficiente (y viable económicamente) ese transporte.
No entiendo (nadie entiende) cómo un recorrido que desde hace un montón de años se hacía, y que cuando yo era pequeño también existía, ahora no se pueda ofrecer. Y no es que no existan infraestructuras o vías, claro que existen, ya estaban montadas. Pero lo que interesa desde ADIF es, simplemente, acabar con el tren. Al menos con el tren de cercanías.
Algunos dicen que eso es inevitable, que es el progreso. Pero: ¿a qué progreso nos estamos refiriendo? ¿A la tecnología? Tecnología en la que el tren, dicho sea de paso, siempre estuvo por delante. Sin ir más lejos los sistemas de rango extendido que tanto se están haciendo famosos en los coches híbridos ahora, llevan lustros siendo utilizados en los trenes. No hablemos ya de las transmisiones eléctricas.
No, no es el progreso quien empuja a la desaparición del tren, ya vemos cómo en los países más punteros de Europa como Suiza o Alemania el tren no desaparece, todo lo contrario: posee más importancia y se le da más relevancia (por cuestiones como el cambio climático) que nunca. Es una pena que en algunas cosas nos esforcemos por parecernos a ellos, y en otras, como el tren en este caso, no queramos seguir su ejemplo.
No, ni el progreso ni el descenso de viajeros abocan al tren al fracaso. El desinterés y la incompetencia sí.
| Redacción: esRevistas.com / esRevistas.blogspot.com
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